Un diagnóstico precoz y un tratamiento agresivo son la clave para prevenir o ralentizar el daño articular. Además, preservar la función y la movilidad de las articulaciones.
Estos son algunos de los pasos que un pediatra llevará a cabo cuando se sospecha de AIJ.
Historial médico:
El médico hará preguntas acerca de la historia clínica del niño para ayudar a determinar el período de tiempo y el tipo de síntomas que han estado presentes. Esto ayuda a descartar otras posibles causas como traumatismos o infecciones. El médico también le preguntará acerca de la historia clínica de la familia.
Examen físico:
El médico revisará las articulaciones en busca de hinchazón y enrojecimiento. Se examinará el rango de movimiento del niño.
Pruebas de laboratorio. El médico puede ordenar exámenes de sangre que miden los niveles de ciertas proteínas y otros químicos que se encuentran en niños con AIJ. Las pruebas pueden incluir la tasa de sedimentación de eritrocitos (ESR o tasa de sedimentación), la prueba de anticuerpos antinucleares (ANA), el péptido citrulinado anticíclico (anti-CCP), la prueba del factor reumatoide (RF), la tipificación HLA-B27 (un marcador genético), el recuento sanguíneo completo (CBC) y el análisis de orina, entre otros.
Imágenes:
El médico puede ordenar exámenes imagenológicos, como radiografías, ultrasonido y resonancia magnética o tomografías computarizadas, para identificar el daño articular.
El diagnóstico de la AIJ se hace por la presencia de artritis activa en una o más articulaciones durante al menos seis semanas, después de que se hayan descartado otras afecciones. El pediatra y un reumatólogo pediátrico pueden participar en el diagnóstico final.