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La gota en mujeres: menos frecuente, pero con mayor incapacidad

La gota es de cuatro a seis veces más frecuente en hombres que en mujeres. Aunque la enfermedad se produce por el mismo mecanismo, el aumento de los niveles de ácido úrico en sangre, que conduce a la formación de cristales en las articulaciones y otros tejidos. Existen algunas diferencias en las mujeres que padecen gota con respecto a los varones.

“En primer lugar, la enfermedad aparece a edades más avanzadas. De hecho, es muy infrecuente que la gota se manifieste en una mujer antes de haber llegado a la menopausia”.

Las mujeres con gota suelen tener, además, un mayor número de enfermedades (lo que hoy día se conoce como “comorbilidades”): más obesidad, hipertensión arterial, diabetes mellitus y enfermedad renal. Es también más frecuente que estén recibiendo tratamiento con fármacos que facilitan la eliminación de agua a través de la orina (diuréticos, especialmente tiazidas).

Por otra parte, en ellas se detecta un menor consumo de ternera, cerdo, marisco y, especialmente, bebidas alcohólicas, como cerveza y otros tipos de licores. La gota, además, les ocasiona un mayor grado de incapacidad.

¿Cómo se manifiesta y cómo se trata la gota?

La forma de manifestarse de esta enfermedad es muy similar: presentan episodios agudos de inflamación articular (artritis) en las mismas localizaciones que los varones y, de igual manera, pueden tener afectadas una única articulación, o a varias simultáneamente. La aparición de acúmulos de urato monosódico en zonas próximas a las articulaciones, o en áreas de presión (“tofos”) es también posible.

El manejo de la gota en la mujer no difiere de lo empleado en el varón: los fármacos dirigidos a reducir los niveles de ácido úrico son igual de eficaces en ambos sexos y se emplean de forma similar. Será además de gran ayuda corregir el exceso de peso cuando esté presente, pues permitirá un mejor y más rápido control del nivel de ácido úrico, y servirá también para mejorar otros problemas concomitantes, como la diabetes o la hipertensión arterial.

El objetivo final es conseguir niveles de ácido úrico en sangre inferiores a 6 mg/dL, lo que permitirá disolver los cristales de urato monosódico depositados en las articulaciones y otros tejidos. Como resultado, desaparecerán los “ataques de gota” (episodios de inflamación articular), y los depósitos de ácido úrico (tofos) en los casos en los que estén presentes.

Dra. Paloma Vela Casasempere | Jefa de Sección de Reumatología del Hospital General Universitario de Alicante

Fuente: Fundación Española de Reumatología