- La obesidad y el sedentarismo
No solo los estudios publicados en The Lancet apuntan en esta dirección. Son muchas las investigaciones, incluido un metanálisis en el que se han repasado 95 estudios, apuntan a que la obesidad aumenta la incidencia del dolor de espalda, tanto esporádico como crónico, y la necesidad de buscar ayuda por este problema.
Lo que ocurre, explica Plasencia, es que “el sobrepeso y la falta de actividad incrementan la presión que absorbe la columna —tanto los discos como las articulaciones— y favorece la aparición de cambios degenerativos precoces”. El más común de los dolores causados por el sobrepeso es el lumbar —en la parte inferior de la espalda—, seguido por el de la ruptura de los discos, que también suele darse en la parte inferior de la espalda, apunta una investigación realizada por expertos de Universidad de Cornell (EE UU).
Combatirlo es tan sencillo como “desterrar los hábitos de una vida sedentaria”, aclara Serrano. Una actividad tan sencilla como caminar, explicaba a El País Semanal Pablo Clavel, neurocirujano especialista en columna, “es lo mejor que podemos hacer para salvar nuestras espaldas”. Eso sí, recuerde que para que andar le sirva como una sesión de gimnasio tendrá que ir a más de 4,8 km/h y andar al menos 150 minutos a la semana.
2. El tabaquismo
“Existe una asociación significante entre el consumo de tabaco y el dolor de espalda”, concluye un estudio realizado por la Universidad Nacional de Ciencias de la Salud (EE UU) en colaboración con otras instituciones estadounidenses. Y lo corrobora Plasencia: “Fumar constituye otro factor de riesgo de padecer dolor lumbar y degeneración del disco intervertebral”. Además, este hábito favorece a que los dolores se cronifiquen, según un trabajo de la Universidad de Medicina de Chicago.
Dejar de fumar es la única forma de combatir el origen de los dolores de espalda que están relacionados con el tabaquismo. Además, su salud mejorará en muchos otros aspectos: irán desapareciendo la tos y la fatiga, se reducen los riesgos de sufrir enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón, mejoran la frecuencia cardiaca y la tensión arterial, y —lo dice la ciencia— tendrá mejores orgasmos.
3. Las malas posturas
La mala higiene postural cuando se está sentado o de pie también causa dolores de espalda, indica José Serrano: “Si se produce una cinemática alterada de la columna —es decir, una mala postura—, la faceta articular, que es la articulación que hay entre vértebra y vértebra, y la cápsula que la recubre se pueden dañar y producir dolor”.
Una vez más el sedentarismo puede tener que ver. Desde Harvard explican que pasarse todo el día sentado delante del ordenador puede producir tensión en los músculos y derivar en dolor de espalda. Aunque también puede pasar al adquirir una mala postura cuando levantamos peso.
“Afortunadamente se puede hacer mucho para resolver este problema”, aclaran desde Harvard. Y no solo se trata de estar en un peso adecuado y realizar ejercicio. Debemos estar atentos a nuestra postura. Tanto cuando estemos de pie como sentados debemos fijarnos en que nuestra columna esté recta sin curvaturas demasiado marcadas ni en la zona cervical —a la altura de la nuca— ni en la zona lumbar.
4. El peso de las mochilas
Por edad, los que más presentan este dolor son los niños y los adolescentes, sobre todo las chicas, explican los expertos. “Se debe a factores de riesgo específicos de esta época de la vida como el uso de mochilas, el peso de las mismas, o la regulación de la altura de las sillas en los colegios”, comenta García Ibáñez.
De media, los niños llevan 4,5 kilos a sus espaldas. La recomendación de la OMS es que la mochila no supere el 10% o el 15% del peso del menor. Es decir, si su hijo pesa 30 kilos, no debe cargar con más de tres en su espalda. Algo que se supera en el 80% de los casos. Y las de ruedas no están exentas de debate: aunque no se ha estudiado lo suficiente, al tirar solo con un brazo, el peso se distribuye de forma desigual en la espalda.
5. La depresión y la ansiedad
Más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión y más de 260 millones, ansiedad, según los datos de la OMS. Los síntomas habituales de estas enfermedades mentales son la tristeza, la pérdida de interés, los sentimientos de culpa, la falta de autoestima, los trastornos del sueño y del apetito, la sensación de cansancio o la falta de concentración. Además, las personas que tienen depresión o ansiedad tienen mayor riesgo de desarrollar dolores de espalda en el futuro, según una revisión sistemática realizada por la Universidad de Sydney.
Aunque no se sabe el motivo, dice Plasencia: “No se conoce con exactitud la relación causal pero puede deberse a una somatización o intento de rentabilizar su enfermedad mental”. Serrano puntualiza: “El dolor no es siempre lo que ocurre en el resto del cuerpo, sino lo que el cerebro percibe según las emociones y creencias. La ansiedad, la depresión, el miedo y otras variantes psicológicas pueden aumentar la percepción del dolor agudo y crónico. Y puede ser la causa del fracaso del tratamiento rehabilitador”.
6. Los traumatismos
Una de las causas más frecuentes del dolor dorsal y “dependiendo de la intensidad de los mismos y del estado basal del paciente, tendrán mejor o peor pronóstico y ocasionarán más o menos secuelas”, asegura García Ibáñez. Es decir, “ante el mismo traumatismo una persona joven y sana puede sufrir nada más que una simple contusión, mientras que en una persona con osteoporosis puede ser causa de una fractura”, añade.
La contusión no tiene que ser directamente en la espalda, explica García Ibáñez: “Los golpes en los costales también pueden ser causa de dolor dorsal si afecta a la parte posterior de la costilla o a su unión con la columna”. Plasencia también apunta a las fracturas ocultas para estos padecimientos: “Son causa de dolor dorsal agudo e intenso incluso en reposo y se asocian a una osteoporosis vertebral”.
7. La escoliosis
Esta condición se trata de una curvatura hacia los lados de la columna vertebra, o bien en forma de S o en forma de C. Afecta más a las mujeres que a los hombres y normalmente aparece al final de la niñez o en la adolescencia.
Por sí misma, esta deformidad de la espalda no causa dolor, aunque es frecuente que las personas que la tengan se quejen de molestias, explican los expertos. De hecho, según un estudio llevado a cabo en 1981, la incidencia de dolor de espalda en pacientes con escoliosis es del 59% y la gravedad del dolor aumenta a medida que la curvatura sea mayor. Sobre todo cuando supera los 45 grados.
El tratamiento para la escoliosis depende de cada paciente, apuntan desde la Scoliosis Research Society (EE UU).
8. Los cálculos renales
Uno de los síntomas de los cálculos renales precisamente es el “dolor intenso en el costado y la espalda, debajo de las costillas”, dice la web de la Clínica Mayo. Plasencia dice que también lo causan “otras enfermedades sistémicas como una pancreatitis o una inflamación de ovarios”. Su principal característica es que este tipo de molestia no mejora con el reposo.
En este caso el tratamiento también varía según el tipo de cálculo y de lo que lo haya causado, explican desde la Clínica Mayo. Desde beber agua para limpiar el aparato urinario hasta tratamiento médico. Sin duda, el más curioso de todos es el de subirse a los vagones traseros en una montaña rusa. Es la teoría de David Wartinger, urólogo y profesor de la Universidad de Michigan, que observó que muchos de sus pacientes que tenían cálculos renales los habían eliminado al regresar de unas vacaciones en uno de los parques temáticos de Orlando.
9. Las hernias discales
Un 30% de la población tiene hernias discales, el problema viene cuando provocan dolor. “Entre un 0,15% y 4 % de los casos sintomáticos de hernias discales son dorsales y son más frecuentes más abajo en la columna”, comenta García Ibáñez. “La forma de presentación clínica de estas hernias puede ser similar algunas patologías cardíacas o de algunas vísceras abdominales por lo que ante un cuadro de dolor dorsal con irradiación o dolor referido se debe consultar al médico de atención primaria”.
De aquellas que causan molestia, “solo hay que operar aproximadamente el 5% de las que se atienden en atención primaria, y aproximadamente un 20% de las que son derivadas a un servicio de neurocirugía”, según explicó Francisco Kovacs, director de la Red Española de Investigadores en Dolencias de Espalda (REIDE), a El País. En la mayor parte de casos, aclaró Kovacs, el dolor desaparece con un tratamiento de seis semanas.
10. La artrosis y la artritis
La inflamación o degeneración de las facetas o articulaciones vertebrales constituyen una causa frecuente de molestias. “Habitualmente se presentará como un dolor leve a moderado asociado a la actividad, a veces acompañando a determinadas posiciones mantenidas o movimientos repetidos”, dice García Ibáñez. Y continúa: “Algunas características que nos deben poner sobre aviso sobre nuestro dolor dorsal son que esté presente por la noche con una intensidad similar a la que tiene durante el día; que se acompañe de una sensación de rigidez que dura más de 30 o 60 minutos; que se acentúe o aplaque con actividades que no tienen que ver con la actividad física (comer, por ejemplo); que no se mitigue con analgésicos; que tenga una calidad distinta del dolor mecánico habitual (quemazón, calambre, escozor…)”. En cualquiera de estos casos hay que consultar al médico para descartar que no sea una artritis inflamatoria, un problema visceral o un cuadro con componente neurológico.
11. La osteoporosis
La osteoporosis no duele, pero sí sus consecuencias. Es decir, las fracturas que puedan darse por la fragilidad ósea, explica Plasencia: “Es un factor de riesgo para sufrir una fractura vertebral oculta ante un mínimo traumatismo y generar dolor dorsal intenso”.
No es para tomarlo a broma, según un estudio del Hospital San Cecilio (Granada), en España dos millones de mujeres y 800.000 varones presentan osteoporosis. Y, según la National Osteoporosis Foundation, el 50% de las mujeres tendrán una fractura derivada de la osteoporosis en algún momento de su vida.
La fractura vertebral osteoporótica se suele tratar sin cirugía, realizando reposo en cama, medicación analgésica, uso de corsé para prevenir deformidades y fármacos. Actualmente a este tratamiento se ha añadido la posibilidad de procedimientos mínimamente invasivos que suponen una mejora más rápida de la calidad de vida, función, movilidad y dolor.