La sarcopenia es la pérdida degenerativa de masa, potencia y rendimiento muscular causada por el envejecimiento. Conlleva a menudo una disminución de la fuerza o una bajada del nivel de actividades, así como problemas de movilidad, osteoporosis, caídas y fracturas.
En concreto, la pérdida de masa y de fuerza muscular se produce de manera gradual durante la edad adulta pronunciándose en la vejez.
Predisposición a la sarcopenia
En las mujeres se produce de manera más abrupta al llegar la menopausia. Según destaca la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG); el interés de la sarcopenia es debido a su asociación con la pérdida funcional y la discapacidad y, como consecuencia, a una mala calidad de vida y finalmente a una mayor mortalidad.
A partir de los 50 años cuando la masa muscular declina entre un 1 y un 2%, la fuerza muscular disminuye un 1,5% anualmente, y hasta un 3% a partir de los 60 años.
Estos porcentajes son más altos en personas sedentarias y dos veces mayores en los hombres que en las mujeres.
La sarcopenia puede aparecer o agravarse coincidiendo con una desnutrición proteico calórica, y por lo tanto asociada a la pérdida de peso.
También puede encontrase sarcopenia con un peso corporal normal o incluso alto. La obesidad con sarcopenia acumula los problemas asociados de ambos y se ve favorecida por dietas inadecuadas y sedentarismo acusado.
Asimismo, comparte elementos comunes con la mayor parte de las atrofias musculares.
De hecho, en las personas mayores la incidencia de patologías relacionadas con la pérdida de masa muscular aumenta (cáncer, diabetes); así como la malnutrición o la inactividad física.
Ingesta calórica inferior
Mientras, la Fundación Española de Nutrición (FEN) resalta que, después de los 70 años, la pérdida de músculo se acelera hasta alcanzar el 15% por década.
Esto se puede explicar porque una ingesta calórica inferior en las personas de edad en comparación con los adultos más jóvenes conduce a una pérdida de peso y de masa muscular.
Factores fisiológicos y cognitivos:
– Un cambio en las habilidades sensoriales y gustativas
– Una menor capacidad para comer de manera independiente
– Trastornos gastrointestinales tales como diarrea crónica o estreñimiento
– Patologias pulmonares y cardiovasculares avanzadas o neurodegenerativas como el Parkinson
– Dietas terapéuticas que impiden el consumo de algunos alimentos
Factores psicológicos y sociales:
– Depresión o aislamiento social que puede ocurrir tras perder a su pareja o sus amigos
– Una reducción de la actividad física, por ejemplo, dejan de hacer la compra o preparar la comida
Según señala la FEN, tanto la pérdida ponderal como la ingesta alimentaria son determinantes en la calidad de vida del paciente. Por ello, aboga por practicar ejercicio físico, así como por reforzar la suplementación oral, a la hora de tratar y prevenir la sarcopenia.
La suplementación aislada sólo enlentece la pérdida de masa muscular. Para prevenir y tratar esta pérdida de masa muscular, la ingesta de energía y proteínas es muy importante, junto a la actividad física.
Para mantener una ingesta de proteínas adecuada en esta etapa de la vida debes:
Comer a menudo legumbres, añadir queso a las verduras y hortalizas, ensaladas, patatas, fideos y cazuelas; también se puede añadir huevos duros a las ensaladas, comer yogur solo, con frutas o con cereales; la leche en polvo puede ser añadida a sopas y cremas, purés de patatas, cazuelas, pudin y postres a base de leche ya que las proteínas de suero, que suponen el 20% del contenido total de proteínas de la leche, tienen una buena digestibilidad; por otro lado, en caso de necesidad, las dietas pueden ser complementadas con barritas hiperproteicas u otros suplementos.
Ejercicio y sarcopenia
En cuanto al ejercicio físico, desde la Sociedad Española de Geriatría explican que en el ser humano la potencia muscular alcanza el pico máximo entre la segunda y tercera década de la vida manteniéndose hasta los 45-50 años, comenzando entonces a disminuir a un ritmo de un 10-25% por década. Esta gran variabilidad depende de multitud de factores principalmente de la actividad física.
En concreto, indica que parece que con la edad disminuye no sólo el número de células musculares (masa muscular), sino también la fuerza producida por estas células (calidad muscular). “Aparte de los factores intrínsecos neuromusculares, existen factores extrínsecos, básicamente dieta y actividad física, especialmente esta última que influyen de una manera decisiva en la aparición y curso de la sarcopenia”, añade.
Está demostrado que la sarcopenia empeora con el desuso y que la inactividad produce una mayor y más rápida pérdida de músculo. Sin embargo incluso los atletas veteranos desarrollan sarcopenia, lo que nos indica que esta entidad no puede ser completamente prevenida con la actividad física.
Pero es evidente que el estilo de vida sedentario típico en los países occidentales que afecta a todas las edades, pero especialmente a los ancianos, hace que la inactividad acelere la pérdida de masa muscular.
La evidencia actual sostiene que la mejor manera de prevenir y tratar la sarcopenia es mediante el ejercicio físico y una nutrición adecuada”, sentencia la SEGG.