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Lesiones de menisco

Lesiones de menisco

La lesiones del los meniscos suelen provocar dolor en la parte interior o exterior de la articulación, dependiendo de qué menisco se haya dañado. Una rotura de menisco puede causar inestabilidad, incapacidad para mover normalmente la parte afectada. Además se corre el riesgo de tener mayores probabilidades de padecer artrosis en la rodilla lesionada.

Puede sentirse un chasquido o una sensación de atasco o bloqueo. También es posible que la parte afectada resulte inestable e incluso que ceda. Asimismo, se puede tener algo de hinchazón.

Dependiendo de la zona afectada podemos encontrar diversos síntomas asociados a las lesiones de menisco, pero suelen concurrir denominadores comunes a todas ellas.

Lo más obvio es el dolor localizado en la articulación dañada, un dolor opresivo que aumenta al incrementar la presión a soportar por el menisco. También aumenta el dolor al llevar a la articulación a su límite máximo de movimiento.

¿Qué es el menisco?

El menisco es una pieza anatómica compuesta fundamentalmente de fibrocartílago, ubicada entre dos carillas articulares creando un engranaje perfecto, y cuya misión principal consiste en minimizar los impactos y las fricciones producidas por los movimientos articulares. 

Igualmente, también realiza una función estabilizadora y de contención ante movimientos extremos que puedan complicar los límites de la amplitud articular. 

A pesar de que el menisco de la rodilla es el más popular, podemos localizar también estas almohadillas naturales en otras articulaciones del cuerpo.

Amortiguador 

Como si de un amortiguador se tratara, el menisco también debe estar lubricado para alcanzar su correcta hidratación y temperatura; esta lubricación corre a cargo del líquido sinovial, un fluido viscoso y rico en ácido hialurónico que rellena las cápsulas articulares. 

Este conjunto de cápsula articular, líquido sinovial y menisco, hacen de las articulaciones unos manguitos capaces de soportar grandes presiones y empujes.

Tipos de meniscos

Existen meniscos en diferentes articulaciones. Estos son los principales:

Menisco de la mandíbula (articulación temporomandibular)

Es la responsable por ejemplo de la apertura y cierre de la boca, así como de su lateralización. 

La lesión de este menisco suele deberse a traumatismos localizados en el rostro y la cabeza más que a movimientos mecánicos repetitivos.

Menisco del hombro (articulación acromioclavícular)

Es la unión que engrana la clavícula y la escápula. Al igual que en el caso anterior, este menisco suele verse afectado por traumatismos y luxaciones más que por uso excesivo. 

No obstante, los deportistas que solicitan en exceso esta estructura, como jugadores de balonmano, voleibol, o deportes de raqueta, pueden sufrir daños a largo plazo.

Menisco de la muñeca

Se sitúa entre el cúbito y la primera fila de los huesos carpianos. En este caso, además de la lesión por traumatismo (caída de frente y apoyo de la mano en hiperextensión de muñeca), también tienen cabida las lesiones por repetición en trabajos manuales como chapistas o carpinteros. 

La lesión por desgaste degenerativo también adolece a esta articulación en mayor medida que los dos casos anteriormente expuestos.

Menisco de la rodilla

Es la más frecuente de las lesiones meniscales y, por lo tanto, la más extensa en cuanto a documentación se refiere. 

Este menisco se ubica entre el fémur y la tibia. El menisco realmente son dos fragmentos separados, el  medial en la cara interna de la rodilla, y el lateral en la cara externa, y ambos tienen forma de C o media luna. 

Debido a la bipedestación del ser humano, estos meniscos soportan gran cantidad de presión de forma continuada. Mientras andamos, corremos, o simplemente permanecemos estáticos, estos amortiguadores trabajan sin descanso. 

Su patrón lesional más frecuente es el mecánico, por torsiones y compresiones violentas. No obstante, los traumatismos y los desgastes también afectan sobremanera a esta región articular.