La distrofia refleja es una condición reumática que puede aparecer en personas de cualquier edad, sin ningún rango específico aunque se considera que la mayoría de pacientes se sitúan entre los 4 y 60 años. Además, no tiene un único desencadenante sino que su aparición obedece a varios factores que no están relacionados entre sí. Usualmente, la distrofia refleja surge después de un golpe severo o fractura.
Los que padecen este trastorno se quejan de un dolor persistente, continuo y difuso que empeora al mover la extremidad o articulación afectada. También describen sensaciones de quemazón, alteraciones de la temperatura, hinchazón en la zona que recibió el impacto causante del trauma e incluso cambios en la tonalidad de la piel, siendo común el enrojecimiento.
Como diagnóstico, el dolor conocido como dolor neuropático es la clave. En este caso, se sienten calambres y se reacciona de manera exagerada ante pequeños estímulos. También es común la hipersensibilidad en la piel o la pérdida de sensibilidad en el área afectada. Las zonas más comunes en las que se presenta la distrofia refleja son las rodillas, las muñecas, las manos y los tobillos.
Aunque parecería de fácil diagnóstico, lo cierto es que esta es una condición difícil de reconocer. Si bien se realiza un examen médico general y se evalúan los malestares y dolencias, solo los reumatólogos pueden identificarla a través de pruebas como la gammagrafía ósea, termogafía y pruebas radiológicas o de laboratorio.
A pesar de todo, recuperarse de la distrofia refleja es posible con rehabilitación y medicamentos. Sin embargo, todo depende de la rapidez con la que se detecta debido a que se dificulta mitigar el dolor y reestablecer el movimiento del área con este trastorno.