No es más que la inflamación del tejido de la planta del pie pero puede resultar muy dolorosa y además dura bastante tiempo. Usar un calzado adecuado, evitar la obesidad o tomar/cuidar ciertos hábitos al caminar o hacer ejercicio es importante.
Las señales de una fascitis
El principal síntoma de la fascitis plantar y que lo puede llevar a sospecha es el dolor en la planta del pie o en el talón con las siguientes características:
– Puede desarrollarse progresivamente con el tiempo o aparecer repentinamente después de realizar una actividad intensa como correr.
– A veces se nota tensión o rigidez e incluso sensación de quemazón en el talón o en la planta sin llegar a doler.
– Además, el dolor suele ser peor por la mañana. Al levantarse y plantar el pie en el suelo las molestias suelen ser mayores.
– A lo largo del día el dolor puede ceder y aparecer de nuevo tras un rato sentado, al subir escaleras o después de hacer deporte y no mientras practica, como muchas personas piensan.
Qué puede provocar este trastorno
Hay una serie de factores que pueden prevenir o bien provocar esta inflamación de la planta del pie.
Tener los pies planos es una desventaja ya que los problemas en el arco del pie tanto por defecto de pie plano, como por exceso arco plantar alto favorecen su aparición. Si, además, se añade un tendón de Aquiles tenso que está situado en la base de la pantorrilla, la probabilidad de sufrir fascitis plantar aumenta.
La obesidad tiene relación con este trastorno, los kilos de más hacen que la fascia plantar sufra un esfuerzo extra y pueda inflamarse. Mantener el índice de masa corporal dentro de los parámetros normales es beneficioso para evitar este y otros muchos males.
Un calzado no adecuado es perjudicial, los zapatos con falta de amortiguación y suelas muy rígidas o por el contrario, con las suelas muy blandas, pueden provocar su aparición.
Diagnóstico de la fascitis
Llegar a un diagnóstico es fácil para el médico. Un examen del pie para comprobar si hay inflamación, enrojecimiento y dolor al presionar en el talón suele ser suficiente. Aunque algunas veces también se puede realizar el test de Silfverskiold.
Si el dolor es muy intenso se suele hacer radiografías, ecografías y otras pruebas para descartar otras patologías.
Tratamiento habitual y cirugía
El tratamiento farmacológico con analgésico y antiinflamatorios suelen ser lo más habitual, además, dependiendo del grado, se puede recomendar hacer reposo, fisioterapia, infiltraciones de corticoides, usar férulas nocturnas y o el uso de plantillas ortopédicas.
Los buenos hábitos como hacer estiramientos y llevar un buen calzado es imprescindible para solucionar el problema.
La cirugía es el último recurso, si el dolor no se controla tras un año de tratamientos y este es severo, puede ser necesario operar, pero como toda intervención tiene riesgo y no siempre acaba con las molestias por completo.
El hielo ayuda a aliviar el dolor
Poner hielo en la zona dolorosa durante 10 o 15 minutos aproximadamente unas 3 o 4 veces al día, puede mitigar las molestias y disminuir la inflamación, sobre todo durante las primeras 48 horas tras el inicio de los síntomas.
Truco: ponga una botella de agua congelada en el suelo y hágalo rodar con el pie. Realizar un suave masaje ayuda a relajar las tensiones de la fascia y a aliviar el dolor. Procure no dejar quieto sobre la botella para evitar quemaduras.