La voluntad por querer brindarle una calidad de vida como paciente de Artritis Psoriásica ha vencido a las múltiples escamas y el dolor de sus articulaciones.
La descamación inició sin avisar en su piel, acompañada de dolor e hinchazón. Su intento que el ojo público no se percate de que las partes más visibles de su cuerpo también están afectadas se convirtió en su pesadilla diaria hace más de 30 años.
El estrés diario aumentó cuando se dio cuenta que el calor exacerbaba sus placas escamosas que le con-sumían la piel y que parte de sus actividades y pasatiempos diarios se veían alterados por los mareos que por ejemplo, le causaba pasar un rato en aguas de orilla de la playa porque la psoriasis también logró apoderarse de sus oídos.
Así fue que comenzó la nueva vida de Marta González Alonso a partir del diagnóstico de Artritis Psoriásica, hoy con 60 de edad y oriunda de Guaynabo, cuando se desempeñaba en trabajos de publicidad y mercadeo en una compañía telefónica.
Para el 1986, su piel se tornó distinta y comenzó inflamarse en unas áreas específicas. Ya no era una epidermis fuerte, sino una especie de manto frágil que requería atención médica de manera inmediata.
“Esas placas escamosas comenzaron a salirme en todo el cuerpo. Mi piel continuó creciendo creando esas escamas. Fue algo fuerte. Cuando a uno se le activa la psoriasis, es algo que se ve. Esa irritación en la piel a veces ocasiona que usemos ropa como camisas de manga larga, pantalones largos, para evitar que se vean y eso al fin y al cabo hace que se irrite más la piel. A mí me comenzó en el área de los codos y de las rodillas”, sostuvo González Alonso, hoy día retirada.
Esas placas pican y duelen mucho, pero lo peor es que uno no se puede rascar. Hay mucha gente que nos rechaza. Cuando recibí el diagnóstico, fue fuerte saber que tenía una enfermedad inmunológica que nunca se iba a curar. Pero, una de las primeras cosas que aprendí es que la psoriasis no se pega”, confesó.
Pese a que el enemigo de la piel de Alonso González comenzó a conquistar terreno, sus energías fueron renovadas cuando la vida le mostró que había un grupo de pacientes que ya batallaban exitosamente con la psoriasis de la mano con los especialistas en dermatología. Más aún, vio que en muchos casos, la condición dermatológica afectaba mucho más a otros de lo que le afectaba a ella.
“Vi que a otros le afectaba en la cara, ojos y es fue bien impresionante. Hay enfermedades que no son agradables a la vista. Muchas veces la cama amanece llena de escamas y sangre porque la piel se te parte de nada”, relató.
“Fui a la Asociación Puertorriqueña de Ayuda al Paciente de Psoriasis (APAPP) donde las charlas me ayudaron muchísimo. Vi que era el lugar donde me debía mantener para educarme, salir adelante y ayudar a otros”, declaró orgullosa.
Durante una década, González Alonso atravesó por varios cambios en los tratamientos que recibía, a base de medicamentos biológicos. Su adherencia, consciente de que esa era la clave para salir adelante con la condición, era una genuina.
No obstante, cerca del año 1996, tenía que recurrir a su dermatólogo para el cambio de los mismos, pues de un momento dado a otro le ocurrían efectos adversos debido al tratamiento. Hasta que llegó el momento de sumarle a su vida la evaluación de un nuevo especialista.
Voluntad como clave de superarse
“Por 10 años fue un asunto solo de la piel. Después de 10 años comenzaron las inflamaciones en las coyunturas. Ahí fui referida al reumatólogo. Mi dolor comenzó en mis manos y codos. No podía hacer movimientos rápidos. Ya no reaccionaba igual. Entonces, me tenía que mover, pero dolía y molestaba”, recordó.
La ayuda familiar de la dama ya no era desvestirse de la timidez y pedir apoyo para que pudiera recibir su medicamento en las escamas de su espalda a base de una inyección, si no que ya estos debían ayudarle a abrir las puertas del carro y de su hogar, entre otras tareas.
“Hay días que la gente me dice que me ven bien, pero no entienden que hay otros días que me duelen las coyunturas. Los momentos más difíciles son cuando no puedes hacer las cosas que otros pueden hacer o hasta gente mayor que yo. No puedo abrir botellas, tengo que pedir que me las habrán luego de intentar abrirlas”, describió.
Aunque muchas veces se sentó frustrada por ver como la Artritis Psoriásica cambiaba el curso normal de su vida, Alonso González no dejó que estos sentimientos opacaran sus ganas de vivir.
Su realidad clínica se tornó una lección de vida que la convirtió en el ejemplo de otros pacientes que como ella, luchaban con dos condiciones inmunológicas que afectaban su exterior y a la misma vez inflamaba su interiora.
“Yo he logrado tener buena calidad de vida. Hago ejercicios, camino, hago aqua-aeróbicos y no me dejo vencer. Esto es tener la fuerza de voluntad porque esto no me va a limitar. Pienso que si no me muevo, será peor. Yo me levanto y sigo. Tengo que moverme, como pueda, pero tengo que hacerlo”, afirmó.
“Yo todas las mañanas estiro el cuerpo. Me educo para continuar apoyando a otros. Ha sido bien importante para mí estar de la mano con los especialistas en dermatología y reumatología. Mi relación es excelente. Ellos se envuelven mucho en mi vida. Tengo muchas metas por cumplir y proyecto en beneficios de otros pacientes.