Por:Redacción Artritis y Reumatología
Falsamente diagnosticada en la antigüedad como lepra, la psoriasis no es un problema solo de la piel. Más allá de los aspectos estéticos, cuenta con una sintomatología extremadamente compleja; y, en su versión más grave, resulta devastadora para los afectados.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se trata de una enfermedad crónica, no contagiosa, dolorosa, desfigurante e incapacitante. Además, no tiene cura. Está mediada por mecanismos inmunológicos y se hereda.
Hay diversas variantes según la morfología de las lesiones. Las más características son las placas eritematosas de diferentes tamaños, cubierta por descamación blanquecina; la cual pica, que duele y que puede generar mucho rechazo en la población.
Por eso muchos afectados se ocultan y tienen problemas de autoestima. Es más, cuentan con un mayor riesgo de ansiedad y depresión. De hecho, en el último informe global de la OMS se señala cómo la psoriasis puede impactar substancialmente en la calidad de vida; incluso cuando afecta a una superficie relativamente limitada del cuerpo.
“Se trata de una de las enfermedades inflamatorias más comunes y complejas que tenemos hoy en día”. Así apunta Kristian Reich, profesor de Dermatología en la Universidad de Gotinga (Alemania); y uno de los mayores expertos en el mundo sobre psoriasis.
Calidad de vida de los pacientes
Cualquier persona puede contraer esta patología sistémica inflamatoria –con un 20-30% de pacientes que llega a desarrollar artritis inflamatoria–; asociada a diversas comorbilidades, como las condiciones metabólicas. Así, las personas psoriáticas tienen con más frecuencia tensión alta, resistencia a la insulina, sobrepeso, etc.; y, como resultado, un mayor riesgo cardiovascular.
No obstante, el armamento terapéutico para la psoriasis es amplio. Empieza por los tratamientos tópicos (directamente en la piel), fototerapia, sistémicos (orales o inyectables); y, como última opción, los biológicos (anticuerpos diseñados para unirse a citocinas del sistema inmunitario).
Isabel Belinchón, dermatóloga del Hospital General Universitario de Alicante. Además, nueva coordinadora del Grupo de Psoriasis de la Asociación Española de Dermatología (AEDV) afirma que:
“Hemos pasado de tener opciones poco eficaces y con efectos secundarios a tener muchas, muy eficaces y seguras”.
Retos inalcanzables y posibles
Los expertos en psoriasis están de acuerdo en el futuro prometedor de la enfermedad. Pero hay que destacar que la patología no se está curando; se está tratando, y la desaparición total es muy difícil.
“Antes te conformabas con mejorías discretas (del 50% en el índice de gravedad, conocido como PASI); y ahora a los nuevos tratamientos les estamos pidiendo un 90%”. Así sostiene Esteban Daudén, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid. “Llegar al 100% no es fácil, hay que ser realistas”.
Según el dermatólogo español, quedan varios frentes a optimizar como la psoriasis leve –cuyo tratamiento ha avanzado muy poco en los últimos años–; los pacientes refractarios –que no responden a las terapias–; fracasos secundarios –en los que los fármacos dejan de tener efecto–; efectos secundarios a largo plazo de las moléculas; educación a la población para evitar el rechazo de los afectados y abaratamiento de los medicamentos por parte del gobierno y la industria farmacéutica.
En resumen, el objetivo de los dermatólogos es ofrecer a los pacientes un nivel de respuesta muy alto. Además, una calidad de vida óptima, así como aportar un control terapéutico seguro, duradero y conveniente. “Hoy, cuando los pacientes de psoriasis vienen a mi consulta estoy feliz, porque ahora puedo ayudarles de verdad. Y con el tiempo ellos se convertirán en personas felices también”, concluye Kristian Reich.
Nota tomada de Sinc.es